Era la frialdad más fría
y la oscuridad más negra,
era todo helada sombra
en la morgue fría y seca.
En el lúgubre salón,
sobre una sábana blanca,
con gris invierno marchito
el anciano estaba tieso.
Expresaba con su boca
su dolor y su tormento;
el morir abandonado
era todo su lamento.
En la enlutada camilla
reposaban ya sus restos,
contra su pecho cruzadas
las manos tenía el muerto.
No sé cuál era su nombre,
murió en una tarde triste;
estaba solo el anciano,
su familia era la ausencia.
Tomé con mis manos jóvenes
sus suaves tobillos viejos.
Nosotros lo levantamos,
yo sentí su peso muerto.
Depositamos al hombre
en un cajón polvoriento.
Sólo sé que vivió pobre
y que solo murió el viejo.
Su muerte perturbó mi alma
No sé cuál era su nombre;
nosotros lo levantamos,
yo sentí el fúnebre peso.
En las noches lo recuerdo
lleno de sordo infortunio,
viejo y solo, muerto y solo
en un frío mes de junio.