Piedra, estéril y tiesa,
no piensas, no sufres,
ni extrañas, ni esperas.
Estás ahí, inmóvil,
el viento, la lluvia y el sol
son los que te perturban,
nadie más, nada más.
Los viajeros pasan, las aves vuelan,
los árboles crecen,
todos mueren
y tú sólo te transformas en arena,
sin dolor, sin sufrir, sólo así,
sin esperar otra cosa
que el fantástico fin de la transformación,
de tu transformación que parece reproducción.
El viento te lleva, el mar te espera, el sol te calienta,
nada más, nada menos,
sólo piedra.