Yo me ocupo de los osarios,
del hueso seco y blanquecino,
de la ceniza calcárea y polvorienta,
del gusano que en la carne hace su nido.
Yo me ocupo de la muerte,
la tiniebla y el olvido;
porque el murciélago como la mariposa vuela,
porque la manzana de dulce néctar se pudre,
porque el río cristalino tiene su fango,
porque la flor aterciopelada se marchita,
porque el frío invierno quema,
porque hay llantos que corren alegres,
porque el ángel también baja al infierno,
porque el árbol desnudo es hermoso,
porque el niño no ríe cuando nace.
Yo le canto a la tristeza,
a la fatiga del camino,
porque antes que el todo estuvo la nada,
porque naufragamos en el mismo destino,
porque la vida no existe sin la muerte.
Yo no me ocupo de la semilla
que en el huerto fecundo germino,
porque mi corazón ha muerto
y sufro el dolor de estar vivo.