Si arrancasen
de mis huesos
a tirones la carne
y escurriesen de la masa
la líquida sangre,
buscaría la puerta celeste,
tras la cual las flores
se abren en mañanas verdes.
Si borrasen
de mis libros las palabras
y con sus hojas atizaran
el fuego fatuo,
buscaría de los ojos,
las miradas
y en ella leería
las denudas almas.
Si mis cruces,
todas, se quemasen
y bajasen a mi Dios al infierno,
buscaría en las frentes señaladas
la verdad de la fuente confirmada.
Si mi espíritu
con un soplo expulsasen
buscaría, en las noches
de los pinos olorosos,
las fragancias.
Si con tu indiferencia
mi amor cercenases,
encontraría consuelo, paz y reposo
en los brazos firmes de la parca.